TRASFONDOS
Por Eduardo Camacho Rivera
#QuintanaRoo
#clima
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Se trató de uno de los primeros “avisos” de una temporada de lluvias y huracanes pronosticada como intensa. Las autoridades han externado que se han tomado todas las medidas preventivas y aplicables, de ser el caso, para cualquier fenómeno meteorológico.
Pero la precipitaciones pluviales y los vientos que azotaron a la ciudad de Chetumal y a todo el sur del estado, el pasado miércoles, dejan ver que el discurso oficial dista mucho de la realidad -como muchos asuntos más- en este cada vez más complicado tema de los sucesos climáticos.
Y lo más grave está por venir, pues se pronostican al menos 3 huracanes de categoría alta (entre las categorías 3 y 5) para el Caribe mexicano, así como entre siete y nueve tormentas tropicales.
No se trata de promover el pánico o escandalizar, sino de asumir cada parte -autoridades y comunidad- sus responsabilidades, en una entidad, Quintana Roo, en la que se supone permanece ya firmemente cimentada la “cultura de los huracanes”.
Pero una lluvia intensa de poco más de una hora exhibió lo contrario: estructuras comerciales colapsadas, vialidades y casas inundadas y otros infortunios que suelen ocurrir en nuestras ciudades y comunidades afectadas por las lluvias abundantes.
Deseamos, por lo tanto, que los trabajos de prevención a cargo de los gobiernos de los tres niveles mejoren en la realidad por el bien de todos o de la mayoría, al igual que la parte que le corresponde a la ciudadanía -que también tiene su dosis de irresponsabilidad y falta de conciencia y cooperatividad-, en problemáticas urbanas como el de la basura en las vías y espacios públicos.
Lo deseable: ojalá no tengamos que enfrentar, sobre todo, a los mayúsculos fenómenos ciclones estimados para este año. Porque todo se conjuga para que cada temporada, cada año, los efectos y daños, ya no digamos de un huracán, sino de las copiosas lluvias y vientos sean por desgracia de mayor magnitud y alcance.
Similar situación ocurre con el arribo masivo de sargazo, en perjuicio de la actividad hotelera y de la población costera que depende de la pesca. Pero este tema merece un análisis aparte que ya estaremos ofreciendo.
La demagogia oficial, el cambio climático, la pésima planeación urbana y la apatía de nuestras sociedades, no pueden sino desencadenar en desastres naturales con consecuencias lamentables y muy costosas sobre todo para miles de familias.
Esperemos, decíamos, no sea este el caso durante el presente año, y que los pronósticos meteorológicos no se concreten en cuanto a las tormentas y huracanes previstos, por el bien de todos. Ese sería el mejor de los escenarios.