Eduardo Camacho Rivera

La partida de Marciano Dzul Caamal no sólo deja una enorme dolor y desconsuelo entre sus familiares, amigos y huestes que lo acompañaron siempre en su exitosa y noble labor política, empresarial y social.

También se diluye la gran posibilidad de que Quintana Roo sea gobernado, dentro de unos años, por la primer figura orgullosamente indígena, de verdadera cepa maya y querido por su gente. Sobra referirse aquí al gran reconocimiento popular del que Don Marciano Dzul gozaba y goza, y al excepcional impulso que el dos veces alcalde tulumnense le dio a ese dinámico municipio.

La pérdida es irreparable en todos los sentidos, para los tulumnenses y para todo Quintana Roo.

El apreciado alcalde de Tulum se supo ganar a sus paisanos y gobernados. Era un hombre de compromisos, que escuchaba, que cumplía.

Había construido, a lo largo de muchos años, un solido andamiaje político y social que lo ubicaban como uno de los más fuertes e ideales contendientes a la gubernatura, aunque parezca apresurado e incorrecto hablar de ello a estas alturas del calendario político local.

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