Por Eduardo Camacho Rivera

Columna Trasfondos

En tiempos electorales, todo puede ser. Todo se vale, gracias a la generosa impunidad política que caracteriza al país entero. Y efectivamente: Todo ocurre, con tal de alcanzar el anhelado poder. Es en esta coyuntura cuando, por elemental lógica, quienes ejercen como presidentes municipales o diputados locales, reciben –varias y varios con mucha razón- tremendas embestidas y cuestionamientos, para evitar o cuando menos complicar su reelección.

Son las conocidas campañas negras; el “fuego amigo”; las patadas bajo la mesa; los “piquetes de ojos”, y las recurrentes “fake news”. En Resumen: la grilla perversa y barata. Las leyes son lo de menos. Y eso pasa en el plano estatal con gente como Lili Campos, la alcaldesa de Solidaridad que ha trabajado bien y sin aspavientos, en un municipio lacerado y corroído por sus cuestionadas antecesoras: la ex joaquinista María Cristina Torres  y la morenista y voraz Laura Beristain.

Lili Campos marcha firmemente hacia su reelección en Solidaridad. Ha realizado una obra pública extraordinaria. Ha logrado una disciplina financiera para generar evidentes beneficios sociales, y goza del reconocimiento y aceptación de la mayoría de los solidarenses.

Es, en consecuencia, el gran enemigo a vencer por la maquinaria morena-verdista. Y quienes sueñan con relevarla han escupido y aventado lodo para arriba. La han tratado de desprestigiar y desgastar con grotescos ardides, muy semejantes a los del régimen que controló políticamente al país durante casi un siglo.

Otro actor político poco grato para quienes sufren y padecen una tremenda ansiedad de poder, es el popular José Alfredo “Chepe” Contreras, quien por segunda ocasión gobierna Bacalar, y va por su tercer período, también solido rumbo a la reelección, pese a las bajezas como la de intentar reventarlo al retomar el lamentable episodio familiar que vivió, poco antes de ganar la presidencia de Bacalar por segunda ocasión, pasando por encima de la mismísima y tenebrosa candidata de Morena, Trinidad Guillén.

Y lo que falta. Porque la guerra sucia, la metralla desde lo oscurito, los escopetazos a traición, son intensos y cada día más despiadados. Muchos diputados, diputadas, otros alcaldes y alcaldesas han sido blanco de toda esa perversa artillería y bombardeo.

Pero también han sido promotores de los ataques, la mayoría de ellos enarbolando la bandera morenista, e incluso se atreven a ¡acusar a sus adversarios de camaleonismo político!

Se asumen como celosos fundadores del morenismo, cuando apenas el sexenio pasado integraban orgullosamente las filas de la coalición opositora a Morena y sus aliados.

Eso y más están dispuestos a hacer por el poder, o por congraciarse con quienes lo detentan. Nada, o muy poco acaso, ha cambiado en nuestro maravilloso y aguantador estado. La situación es similar en todo el país, para infortunio de la mayoría de la ciudadanía, y de los cada vez más desencantados y decepcionados seguidores de la 4T.

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